Más luz y cero cortinas
La típica cortina plástica —que se pega al cuerpo, acumula agua jabonosa y termina amarillenta— puede desaparecer para siempre con un cancel de vidrio templado. Desde la primera ducha notas el cambio: el vapor ya no se condensa en pliegues de tela, las gotas resbalan hasta el drenaje y el piso queda seco, evitando resbalones. También ganas limpieza visual: al no existir barreras opacas, la luz natural del tragaluz o la ventana baña cada rincón, de modo que el baño parece ganar un metro extra sin tocar ladrillos. El olor a humedad se reduce porque el aire circula libremente, y con él se va el riesgo de que aparezcan hongos negros en juntas y esquinas. La rutina de aseo se simplifica; basta rociar el cristal con agua tibia y jabón neutro, pasar un jalador de goma y listo: en menos de dos minutos todo vuelve a brillar. Ese hábito tan sencillo prolonga la transparencia original durante años y ahorra detergentes agresivos que irritan la piel o dañan la grifería cromada. Para familias con niños o adultos mayores es un plus de higiene y seguridad que se nota cada mañana.
Estudios de agentes inmobiliarios muestran que un baño con cancel templado agrega entre 3 % y 5 % al valor de reventa de un departamento en CDMX, Puebla o Querétaro, gracias a la percepción de calidad hotelera que transmite. Por su durabilidad —más de tres décadas sin empañarse ni decolorarse— la inversión inicial se compensa en ahorro de cortinas, bastidores y mano de obra a lo largo de su vida útil.